Un reciente estudio asegura que nos pasamos hasta once horas delante de una pantalla. Una aseveración que aunque suene un tanto fuerte, quizá no esté tan lejos de la realidad, a tenor del uso, y en algunos casos el abuso, de las tecnologías. Los Smartphones han pasado a ser una extensión de nuestro brazo, una prolongación de nuestros ojos y un elemento invasivo en nuestros cerebros que gestiona toda nuestra vida. Literalmente.
Cuando llevamos estas conclusiones sesudas a diferentes aspectos, nos encontramos con que los menores son los campeones en esto de lo digital, hasta el punto de que los puedes encontrar en cualquier carrito agarrando una tablet o un teléfono móvil para que el pequeño esté entretenido. Son las cuidadoras del siglo XXI. Padres y madres están empezando a delegar en una “maquinita” el tiempo que debieran dedicar a sus vástagos y en lugar de estar conectados, estos críos pasan a estar desconectados de sus propias familias.
Pero hay más. La invasión de megas, gigas y otras mandagas ha monopolizado los regalos de estas comuniones que en el mes de mayo abundan sobremanera. Cierto es que muchos de los destinatarios de estos aparatos ya son poseedores de lo último de lo último, pero lo inquietante es que estas celebraciones han pasado a convertirse además, en acontecimientos sociales de primera fila.
Padres y madres están empezando a delegar en una “maquinita” el tiempo que debieran dedicar a sus vástagos
Se nos está yendo la “olla”, tal y como decía el juez granadino de menores, Emilio Calatayud. Ahora, la celebración de eventos familiares son más, una exposición del poderío económico de sus organizadores. Nadie quiere dejar pasar la oportunidad de demostrar que en su casa atan los perros con longaniza, porque es indispensable vivir de cara al exterior, amparados en que ese día los niños y niñas son los grandes protagonistas.
Ahora, la celebración de eventos familiares son más, una exposición del poderío económico de sus organizadores
Pobres de nosotros. Una generación que no gozó de tales regalos y atenciones que hoy se antojan ridículos para muchos. No sé cómo lo verá usted, pero servidor nunca tuvo estos agasajos y sin embargo, ha crecido sin complejos, sin limitaciones y agradeciendo que mis padres me regalasen un día especial, pero sin niñeras, sin aparatos, solo aportando su atención y lo más importante, su tiempo.
Artículo de Juan Luis Iglesias