Este lunes abría sus puertas a la ciudadanía el Hospital de la Janda. Un día histórico que parecía que no iba llegar, tal y como se apresuró a decir el alcalde de Vejer en un discurso que no era oficialmente inaugural, pero que tenía ese aroma. Ya saben que estamos en un periodo donde este tipo de estrenos no pueden llevar esa denominación, porque la ley lo impide. Sin embargo, el paseíllo que se realizó por cada consulta, pasillo, sala y quirófano a nadie escapaba que era triunfal.
Concluía así un largo recorrido para que una instalación sanitaria como ésta, pueda ser utilizada a partir del 27 de marzo por miles de vecinos de la comarca de la Janda y así no tener que hacer constantes desplazamientos. Un proceso que ha sido sonrojante para cualquiera que le eche un vistazo a la cronología de este hospital que desde 2007 ha pasado por un rosario de capítulos dignos de olvido.
No es serio para un país como el nuestro que presume de ser moderno y avanzado, que nos llevemos una década para poner en pie una infraestructura necesaria y que ha supuesto miles de viajes por carretera para todos. Nadie en su sano juicio permitiría a pesar de vivir en una comunidad de vecinos, que una obra se dilatase durante años porque cortaríamos por lo sano antes de que esto sucediese.
Es aquí donde se demuestra que lo público da síntomas de agotamiento, de mala gestión, de desidia, de incapacidad y de maltrato por parte de sus gestores. Muchos de ellos, en la empresa privada no hubiesen superado ni el primer mes al frente de su cargo. Y es que lo público necesita de una Perestroika en toda regla, que sirva para limpiar a fondo con lejía y cualquier producto higienizador a tanto irresponsable que impide, paraliza o almacena en un cajón proyectos de tal envergadura como el hospital de la Janda.
Y no miro a nadie, cada uno sabe de sobra quién ha contribuido a que haya habido que esperar una década para poder abrir las puertas de una instalación sanitaria como el Hospital de la Janda. Que cada palo aguante su vela.
Juan Luis Iglesias